MI ENTRENADOR EN LAS DUCHAS
Solía pensar que las fantasías no se hacían realidad,
hasta que una tarde como cualquier otra, me dispongo a ir al gym, lo típico,
algo de pesas, abdominales y luego entrar a una clase de cardio. Pero esa tarde
todo paso tan distinto y rápido, que no tuve tiempo como de pensarlo. Si lo sé,
estás ansioso porque te cuente lo que paso, ya voy, dame chance que debo
respirar y concentrarme en recordar cada detalle.
Desde que tome la decisión de inscribirme en ese gimnasio,
me llamo la atención uno de los entrenadores, sus piernas tan perfectas que
comenzaban de un trasero firme y redondo, su espalda tatuada, sus brazos
bronceados, esa cara de ángel, su piel tan tersa y limpia, que solo me
inspiraba a quizás ser como él, no negare que no me provoco pensamientos eróticos,
o que me lo imaginaba todo desnudo esperándome en mi cama, o cosas por el
estilo, aunque para verlo desnudo faltaba poco, solía vestir lycras muy cortas
y franelilla que apenas le tapaban el pezón.
Esa tarde como cualquier otra, llegue al gimnasio, y
entro al cambiador para hacer mi respectiva rutina, quitarme los monos,
colocarme los shorts, una franelilla, la crema corporal, los guantes y bueno
salir a entrenar. Pero resulta, que por cosas del destino, el entrenador estaba
en la ducha, pero no lo había visto, sin embargo el si me veía, tu sabes,
sonaba la ducha y con esas ganas de voltear, pero me controlé. En fin, estaba
haciendo como les dije mi rutina y se abre la puerta de la regadera y me sisea,
hasta los momentos, solo me había dado tiempo de quitarme la ropa con que había
llegado; volteo y veo que es él, detallo desde sus perfectos pies y subo mi
mirada lentamente pasando por sus piernas hasta llegar a ver su pene, tan
perfecto, tan erecto, tan bello, tan húmedo, sacudo mi cara y sigo elevando mi
mirada, su abdomen, su pecho y llego a su mirada, su sonrisa tan picara, su
mirada tan seductora, y solo me dice “me
acompañas”, mi sexo en ese instante reacciono y en seguida solo quito de mi
cuerpo lo que quedaba de ropa y me uno a él en la ducha, la enciende y deja
caer entre nuestros cuerpos el agua tibia que emanaba de la regadera, empieza a
tocarme, a besarme, acariciarme, a excitarme, no podía creer que aquella fantasía
se estaba cumpliendo, tal y cual yo lo había pensado; su miembro tan erecto
rosaba el mío, solo deseaba sentirlo, tenerlo, probarlo, pero se me adelanto,
bajando poco a poco, besando cada centímetro de mi pecho, mi pezón, mi abdomen,
llego hasta mi pene y …
Llegar al climax, ambos en la regadera, fue la parte más
deseada; pero escuchar “siempre quise
hacer esto contigo, me tienes loco, lo repetimos cuando quieras”, fue la
gota que derramo mi éxtasis.
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